jueves, 11 de febrero de 2010

Ora, no uses palabrerías.

"Su mirada cada vez es más Misericordiosa".


Ora, no uses palabrería.

Y al orar, no charlen mucho, como los gentiles,
que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados.
(Mt 6, 27)

Si nunca antes le hemos orado seriamente a Dios, excepto cuando hemos necesitado algo de Él, es comprensible que se difícil de empezar. Inevitablemente nuestros primeros intentos por entablar un tipo de “conversación” con Él pueden nacer más bien fríos, e incluso como un monólogo y no como un diálogo. No obstante, todo cambiará a su debido tiempo si estamos preparados para seguir tratando. Uno de nuestros problemas principales es que no conseguimos encontrar palabras, y antes de que sepamos qué es lo que ha sucedido, descubrimos que nuestra mente se ha inundado con muchas distracciones.

Por eso es que es importante apuntarle a ser tan sencillos y directos como sea posible en las palabras que usemos. Recordemos lo que Jesús enseñó, es decir, que Dios es nuestro Padre, y aún más, es nuestro Padre amoroso, esa es la razón por la que nos dijo que lo llamáramos Abbá, de manera que no hay necesidad de hablarle con frases elegantes ni con un lenguaje pomposo: “!Oh Dios! Te suplico en tú infinita bondad, concédele a éste tu humilde siervo…”, ya sabes a qué me refiero.
Recuerda que Jesús criticó severamente a los fariseos por hacer esto; debemos usar nuestras propias palabras cada vez que podamos.

Por su puesto, es natural que esto sea difícil en un principio; pero es así, siempre podemos comenzar utilizando las palabras de otra persona, es decir, sus oraciones, convirtiéndolas poco a poco en las nuestras. Sin embargo, es importante que nunca perdamos de vista el ideal, que es deshacerse de ellas tan pronto como se pueda, tan pronto como podamos usar nuestras propias palabras.

Una cosa es absolutamente necesaria desde el principio y es ser completamente honesto con Dios; al empezar a orar no necesitamos nada que no sea sincero. No olvides que Dios nos conoce hasta lo más profundo de nuestro interior, incluso antes de que abramos nuestros labios. Podemos conseguir lisonjear a los demás, pero no podemos burlarnos de Dios, aunque así lo intentemos. Si te sientes como una ciruela deshidratada debes decirlo, si sientes que preferirías estar sentado frente al televisor debes admitirlo y si estuvieras más dispuesto a leer la prensa o a ver una película de suspenso, para qué pretender lo contrario.

Las palabras no son tan difíciles de encontrar en una oración si tan sólo intentamos hablar sencilla y honestamente, y estamos preparados para admitir exactamente cómo nos sentimos desde el instante en que empezamos.

David Torkington.

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