Nonatos, no-nacidos, nascituros, nascendos, prenacidos, nascentes, nacientes, infantes, niños.
Urge poner el lenguaje al día no solo para incorporar nuevos términos o acepciones cuando se requieran, sino también cuando, por tergiversaciones o desvíos interesados, hay necesidad de corregir el abuso y rectificar su trayectoria desde la autenticidad léxica.
1.- Cultura -de colere- se refirió primero a la agri-cultura. Y ya, en Catón el Viejo (s. III a. C.). Cultor vitis es el que cultiva la viña; cultores veritatis, fraudis inimici, son, según Cicerón, los amigos de la verdad y enemigos del fraude; Marcial llama cultor Minervae a quien cultiva las letras. Para Cicerón, Philosophia est cultura animi ; y el culto y práctica religiosa es Cultura Dei.
La cultura es, ante todo, una labranza o laboreo, esfuerzo de las potencias espirituales y materiales para la elevación del hombre. Es también el mejor resultado de ese esfuerzo conseguido a través del tiempo por los diferentes pueblos. Engloba todos los valores que elevan al hombre y su dignidad en los distintos niveles. La cultura da al hombre capacidad de encontrarse a sí mismo y facilita caminos de superación. Cultura es, pues, concepto y contenido positivos. Nos enseña responsabilidad. El hombre se reconoce a sí mismo como proyecto y busca valores que lo perfeccionen y lo trasciendan. Por el contrario, lo que se oponga a esta aspiración de ser mejores y al esmero ético de crecer en dignidad, será, según los casos, incultura, subcultura, seudocultura, anticultura, contracultura.
El hombre no puede acceder a la verdadera y plena humanidad más que a través de la cultura, es decir, cultivando los bienes y valores de la naturaleza. Por tanto, siempre que se trata de vida humana, naturaleza y cultura están en la más íntima conexión.
Con la palabra "cultura" se indica, en general, todo aquello con lo que el hombre afina y desarrolla sus múltiples cualidades espirituales y corporales, nos enseña ya el Concilio en la Constitución pastoral Gaudium et Spes, 53).
Quienes llevamos la Luz de la Revelación debemos marcar el paso decididamente y trasmitir luz, certezas, seguridad. Lavemos fórmulas equívocas o deletéreas. Pongamos al día el lenguaje liberándolo de esas inexactitudes, tergiversaciones y maliciosos abusos que suelen hacerle los intereses disimulados, y aun descarados, de muchos gremios de la sociedad.
La manipulación de las palabras se convierte en mentira porque oculta la verdad y es grave hipocresía. Por la historia de la cultura sabemos que los límites u horizontes del lenguaje, son los límites u horizontes del mundo. También son definitorios de la persona.
Es deber nuestro, de los cristianos -ministros del Verbo- y maestros de la Palabra, devolver la verdad a las cosas; que es adecuar la palabra con la cosa: Adaequatio intellectus cum re. Una vez convenido el instrumento del lenguaje, debe respetarse, de lo contrario estaremos intencionadamente ocultando la realidad, y eso es engañar, mentir, -mentior- , esto es, esconder el verbum mentis, o sea, lo que se piensa, bajo el disfraz del verbum oris, lo que se dice. Que vuestro hablar sea sí, por sí; no, por no. Lo que pase de ahí procede del Malo, enseñaba Jesús (Mt 5 37).
Muchos emplean hoy la palabra cultura, tanto para cosas positivas como negativas. Las cosas negativas no debieran llevar el nombre de cultura, pues encierra contradictio in terminis, máxime cuando se refieren a situaciones límite. Las necesidades lingüísticas y literarias fueron creando los metaplasmos para adecuar el lenguaje a lo que se deseaba expresar. Recurramos a metaplasmos también hoy, si fuere necesario, aunque con urgencia no tanto literaria, cuanto moral. A las situaciones negativas límite, como lo nefando, las aberraciones y el crimen, a eso es a lo que llamamos subcultura, anticultura y contracultura.
En cualquier campo científico y, por supuesto, en el jurídico y moral, hay que hacer palmaria defensa de la vida del niño y protegerla con máximo cuidado desde el primer instante de la concepción; el abominable crimen del aborto debe ser condenado sin ambages (GS 51). El hombre, o lo es desde el principio, o no lo será nunca. Con palabras de Tertuliano: Homo est et qui est futurus: El hombre ya es el que será. Y puntualmente anota el profesor Picasso Muñoz en su Antología latina: "Regla de oro: un ser con potencialidad (no digo posibilidad) de ser persona, es ya una persona".
Cómo llamar al concebido y aún no nacido. - Las palabras cigoto, mórula, embrión y feto en su origen griego o latino, hacen referencia a la unión, semejanza, al brote, germinación, al fruto de la fecundación.
Zigoto: de zygotós = uncido, unido. Célula que resulta de la unión de dos gametos.
Mórula: de morula = (diminutivo de mora) embrión temprano que, durante el período de segmentación, tiene el aspecto de una mora.
Embrión: de en-brúo = brotar, germinar; surgir. Es un brote que germina, el nuevo ser vivo que acaba de ser concebido, y ya empieza a desarrollarse hasta adquirir las características morfológicas de la especie, y que acabará siendo completo lo que es ya en esencia: un ser humano. Microscópico organismo viviente que pesa, nos dicen, tan solo 15 diez millonésimas de gramo. Esta primera célula es un ser humano con identidad propia, con una composición genética propia y distinta de la de su madre. En esa primera célula se encuentran todas las cualidades genéticas del individuo, que irán desarrollarse progresivamente.
Feto: de fetus -a -um, preñado, que lleva el fruto de la fecundación. Fetosus: fecundo. Fetus -us, parto, nacimiento. El feto es, pues, el embrión, fruto de la fecundación que desarrollará lo que ya es esencialmente en su ser hasta el nacimiento. Médica y técnicamente pueden recibir con legitimidad, nombres y conceptuación diferentes; ónticamente, aun con nombre distinto, es la persona única e inviolable.
En el campo jurídico, la palabra ya está sustantivada; es un sustantivo: el que va a nacer, el que nacerá. No es una cosa que simplemente está ahí, manipulable. Sino un sujeto: el nasciturus, el nascituro. Palabra que debemos usar corrientemente, pues ello implica no solo el proceso natural de quien va a nacer, sino también configura la individualidad, alteridad -personalidad- del que ya se sabe, se espera que, está punto de, deberá nacer.
Gracias al deber cristiano de poner conciencia en el mundo -propter conscientiam Dei (I Pe 2 19), en favor de la verdad y de la justicia, y para atajar la contracultura de muerte, se está universalizando el Día del Nonacido o del Niño por nacer, 25 de marzo, fiesta de la Anunciación y Encarnación. Varios países lo celebran ya con diversos actos, tanto oficiales en el marco civil, como eclesiales.
Nos incumbe devolver su significado a las palabras que, en lo posible, deben reflejar las realidades. Nomina sunt consequentia rebus, establece el derecho romano: los nombres deben ser consecuencia de lo que son las cosas; punto de partida del recto humanismo. Quien procede lealmente -qui facit veritatem, dice S. Juan- se acerca a la luz (Jn 3 21). O sea, la verdad se hace.
Y el primer modo de hacer la verdad es decirla.
P. D. Jiménez Sanz, oar
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