Yo soy la madre del amor hermoso y de la santa esperanza. Venid a mi los que me deseáis y saciaos de mis frutos. Porque recordarme es más dulce que la miel y poseerme es más rico que un panal de miel... El que me escucha jamás será confundido y los que me sirven no pecarán.
(Eclo 24, 24-30)
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