Aunque la gente pide a gritos soluciones, se molesta cuando se le dice que la restauración de la sociedad debe venir del interior y no del exterior.
Schumacher
Introducción
El mal al cual hace referencia a diario en nuestros periódicos, o que vemos en las pantallas de la televisión, no es más que la proyección exterior del mal que se concibe y se engendra primero en el corazón y la mente del hombre.
Es por eso que cuando le preguntaron a santa Catalina de Siena cómo podían combatirse las miserias del mundo, respondió: “Lo que está mal en el mundo, soy yo”.
Es muy fácil culpar a Dios o preguntarse por qué no impide el mal cuando éste destroza nuestras vidas, o las vidas de los inocentes por quienes nada podemos hacer aparte de brindarles nuestra compasión. Pero la verdad de este asunto es que Dios está listo en todo momento para conquistar a cualquiera que esté abierto a recibir el amor que sólo Él puede entregar. Es justo este amor el que brinda la profunda paz interior prometida por Jesús la víspera de su muerte, para que pueda ser compartida con el mundo que, en ausencia de ella, estará siempre en guerra. No obstante, el amor no puede imponérsele a nadie que no haya optado libremente por recibirlo.
Si nos consume el odio o los celos, o estamos poseídos por el orgullo o el prejuicio, somos nosotros, no Dios, los responsables de destruir la paz y la armonía que Él quiere traer al mundo por medio nosotros.
Santa Catalina de Siena vio muy claramente lo que debía para permitir que Dios la convirtiera en la más grande política de la paz de su época: entrar al “Cuarto interior” para dedicar períodos de tiempo prolongados a la oración y así permitir que el amor de Dios la purificara de todo el mal que le impedía recibir la paz, que luego pudo compartir con todos los que estaban a su alrededor.
El mensaje es tan simple que requiere de la simplicidad de un niño para ver aquello de lo que los cínicos sólo logran burlarse; no estamos perdidos, podemos hacer algo para combatir el mal que vemos en el mundo que nos rodea, si tan solo estamos preparados para entrar, como santa Catalina, en el “cuarto interior”. Únicamente allí podemos volvernos seriamente hacia el único que puede brindarnos, a nosotros en primer lugar, aquello que prometió que daría al mundo, al que ahora decide servir por medio de nosotros.
“Que su Reino se establezca en donde antes reinaron el odio y la amargura”
“Y vio Dios que todo lo que había hecho era bueno”
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